LA IGLESIA, FAMILIA DE
DIOS
Texto Oficial de la Catequesis del Papa Francisco durante la Audiencia
General del miércoles 29 de Mayo de 2013 en la Plaza de san Pedro en el
Vaticano.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El miércoles pasado subrayé el vínculo
profundo entre el Espíritu Santo y la Iglesia. Hoy desearía empezar algunas
catequesis sobre el misterio de la Iglesia, misterio que todos nosotros vivimos
y del que somos parte. Lo querría hacer con expresiones bien presentes en los textos
del Concilio Ecuménico Vaticano II.
Hoy la
primera: la Iglesia como familia de Dios.
En estos meses, más de una vez he hecho referencia
a la parábola del hijo pródigo, o mejor del padre misericordioso (cf. Lc 15,
11-32). El hijo menor deja la casa del padre, despilfarra todo y decide
regresar porque se da cuenta de haber errado, pero ya no se considera digno de
ser hijo y piensa que puede ser acogido de nuevo como siervo. Sin embargo el
padre corre a su encuentro, le abraza, le restituye la dignidad de hijo y hace
fiesta. Esta parábola, como otras en el Evangelio, indica bien el proyecto de
Dios sobre la humanidad.
¿Cuál es el proyecto de Dios? Es hacer de todos
nosotros una única familia de sus hijos, en la que cada uno le sienta cercano y
se sienta amado por Él, como en la parábola evangélica; sienta el calor de ser
familia de Dios. En este gran proyecto encuentra su raíz la Iglesia, que no es
una organización nacida de un acuerdo de algunas personas, sino que es —como
nos recordó tantas veces el Papa Benedicto XVI— obra de Dios, nace precisamente
de este proyecto de amor que se realiza progresivamente en la historia.
La Iglesia nace del deseo de Dios de llamar a todos
los hombres a la comunión con Él, a su amistad, es más, a participar como sus
hijos en su propia vida divina. La palabra misma «Iglesia», del griego ekklesia,
significa «convocación»: Dios nos convoca, nos impulsa a salir del
individualismo, de la tendencia a encerrarse en uno mismo, y nos llama a formar
parte de su familia. Y esta llamada tiene su origen en la creación misma. Dios
nos ha creado para que vivamos en una relación de profunda amistad con Él, y
aun cuando el pecado ha roto esta relación con Él, con los demás y con la
creación, Dios no nos ha abandonado.
Toda la historia de la salvación es la historia de
Dios que busca al hombre, le ofrece su amor, le acoge. Llamó a Abrahán a ser
padre de una multitud, eligió al pueblo de Israel para establecer una alianza
que abrace a todas las gentes, y envió, en la plenitud de los tiempos, a su
Hijo para que su proyecto de amor y de salvación se realice en una nueva y
eterna alianza con la humanidad entera. Cuando leemos los Evangelios, vemos que
Jesús reúne en torno a sí a una pequeña comunidad que acoge su palabra, le
sigue, comparte su camino, se convierte en su familia, y con esta comunidad Él
prepara y construye su Iglesia.
¿De dónde nace entonces la Iglesia? Nace del gesto
supremo de amor de la Cruz, del costado abierto de Jesús del que brotan sangre
y agua, símbolos de los Sacramentos de la Eucaristía y del Bautismo. En la
familia de Dios, en la Iglesia, la savia vital es el amor de Dios que se
concreta en amarle a Él y a los demás, a todos, sin distinción ni medida. La
Iglesia es familia en la que se ama y se es amado.
¿Cuándo se manifiesta la Iglesia? Lo celebramos
hace dos domingos: se manifiesta cuando el don del Espíritu Santo llena el
corazón de los Apóstoles y les impulsa a salir e iniciar el camino para
anunciar el Evangelio, difundir el amor de Dios.
Todavía hay quien dice hoy: «Cristo sí, la Iglesia
no». Como los que dicen: «yo creo en Dios, pero no en los sacerdotes». Pero es
precisamente la Iglesia la que nos lleva a Cristo y nos lleva a Dios; la
Iglesia es la gran familia de los hijos de Dios. Cierto, también tiene aspectos
humanos; en quienes la componen, pastores y fieles, existen defectos,
imperfecciones, pecados; también el Papa los tiene, y tiene muchos, pero es
bello que cuando nos damos cuenta de ser pecadores encontramos la misericordia
de Dios, que siempre nos perdona. No lo olvidemos: Dios siempre perdona y nos
recibe en su amor de perdón y de misericordia. Hay quien dice que el pecado es
una ofensa a Dios, pero también una oportunidad de humillación para percatarse
de que existe otra cosa más bella: la misericordia de Dios. Pensemos en esto.
Preguntémonos hoy: ¿cuánto amo a la Iglesia? ¿Rezo
por ella? ¿Me siento parte de la familia de la Iglesia? ¿Qué hago para que sea
una comunidad donde cada uno se sienta acogido y comprendido, sienta la
misericordia y el amor de Dios que renueva la vida? La fe es un don y un acto
que nos incumbe personalmente, pero Dios nos llama a vivir juntos nuestra fe,
como familia, como Iglesia.
Pidamos al Señor, de manera del todo especial en
este Año de la Fe, que nuestras comunidades,
toda la Iglesia, sean cada vez más verdaderas familias que viven y llevan el
calor de Dios.
Saludos
Saludo a los peregrinos de lengua española, en
particular a los grupos provenientes de España, El Salvador, Ecuador, Honduras,
Perú, Argentina, México y los demás países latinoamericanos. Invito a todos a
vivir la fe, no sólo como un don y un acto personal, sino como respuesta a la
llamada de Dios de vivir juntos, siendo la gran familia de los convocados por
Él. Muchas gracias.
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Libreria Editrice Vaticana

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