LA IGLESIA DEBE
APRENDER
Y VIVIR LAS
BIENAVENTURANZAS
Texto oficial de la Catequesis del Papa Francisco durante la Audiencia
General del miércoles 6 de Agosto de 2014 en el Aula Pablo VI del Vaticano.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En las catequesis anteriores hemos
visto cómo la Iglesia constituye un pueblo, un pueblo preparado por Dios con
paciencia y amor y al cual estamos todos llamados a pertenecer. Hoy quisiera
poner de relieve la novedad que caracteriza a este pueblo: se trata
verdaderamente de un nuevo pueblo, que se funda en la nueva alianza establecida
por el Señor Jesús con la entrega de su vida. Esta novedad no niega el camino
precedente ni se contrapone al mismo, sino que más bien lo conduce hacia
adelante, lo lleva a su realización.
Hay una figura muy significativa, que
cumple la función de bisagra entre el Antiguo y el Nuevo Testamento: Juan
Bautista. Para los Evangelios sinópticos él es el «precursor», quien prepara la
venida del Señor, predisponiendo al pueblo para la conversión del corazón y la
acogida del consuelo de Dios ya cercano. Para el Evangelio de Juan es el
«testigo», porque nos hace reconocer en Jesús a Aquel que viene de lo alto,
para perdonar nuestros pecados y hacer de su pueblo su esposa, primicia de la
humanidad nueva. Como «precursor» y «testigo», Juan Bautista desempeña un papel
central dentro de toda la Escritura, ya que hace las veces de puente entre la
promesa del Antiguo Testamento y su realización, entre las profecías y su
realización en Jesucristo. Con su testimonio Juan nos indica a Jesús, nos
invita a seguirlo, y nos dice sin medias tintas que esto requiere humildad,
arrepentimiento y conversión: es una invitación que hace a la humildad, al arrepentimiento
y a la conversión.
Como Moisés había estipulado la alianza
con Dios en virtud de la ley recibida en el Sinaí, así Jesús, desde una colina
a orillas del lago de Galilea, entrega a sus discípulos y a la multitud una
enseñanza nueva que comienza con las Bienaventuranzas. Moisés da la Ley en el
Sinaí y Jesús, el nuevo Moisés, da la Ley en ese monte, a orillas del lago de
Galilea. Las Bienaventuranzas son el camino que Dios indica como respuesta al
deseo de felicidad ínsito en el hombre, y perfeccionan los mandamientos de la
Antigua Alianza. Nosotros estamos acostumbrados a aprender los diez
mandamientos —cierto, todos vosotros los conocéis, los habéis aprendido en la
catequesis— pero no estamos acostumbrados a repetir las Bienaventuranzas.
Intentemos, en cambio, recordarlas e imprimirlas en nuestro corazón. Hagamos
una cosa: yo les diré una tras otra y vosotros las repetís. ¿De acuerdo?
Primera: «Bienaventurados los pobres en
el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos».
«Bienaventurados los que lloran, porque
ellos serán consolados».«Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra».
«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados».
«Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia».
«Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios».
«Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán ellos llamados hijos de Dios».
«Bienaventurados los perseguidos por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos».
«Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa».
«Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa».
«Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».
¡Geniales! Pero hagamos una cosa: os
doy una tarea para casa, una tarea para hacer en casa. Tomad el Evangelio, el
que lleváis con vosotros... Recordad que debéis llevar siempre un pequeño
Evangelio con vosotros, en el bolsillo, en la cartera, siempre; el que tenéis
en casa. Llevad el Evangelio, y en los primeros capítulos de Mateo —creo que en
el 5— están las Bienaventuranzas. Y hoy, mañana en casa, leedlas. ¿Lo haréis?
[en el aula repiten: ¡Sí!] Para no olvidarlas, porque es la Ley que nos da
Jesús. ¿Lo haréis? Gracias.
En estas palabras está toda la novedad
traída por Cristo, y toda la novedad de Cristo está en estas palabras. En
efecto, las Bienaventuranzas son el retrato de Jesús, su forma de vida; y son
el camino de la verdadera felicidad, que también nosotros podemos recorrer con
la gracia que nos da Jesús.
Además de la nueva Ley, Jesús nos
entrega también el «protocolo» a partir del cual seremos juzgados. Cuando
llegue el fin del mundo seremos juzgados. ¿Y cuáles serán las preguntas que nos
harán en ese momento? ¿Cuáles serán esas preguntas? ¿Cuál es el protocolo a
partir del cual el juez nos juzgará? Es el que encontramos en el capítulo 25
del Evangelio de Mateo. La tarea de hoy es leer el quinto capítulo del
Evangelio de Mateo donde están las Bienaventuranzas; y leer el vigésimo quinto,
donde está el protocolo, las preguntas que nos harán el día del juicio. No
tendremos títulos, créditos o privilegios para presentar. El Señor nos
reconocerá si a su vez lo hemos reconocido en el pobre, en el hambriento, en
quien pasa necesidad y es marginado, en quien sufre y está solo... Es este uno
de los criterios fundamentales de verificación de nuestra vida cristiana, a
partir del cual Jesús nos invita a medirnos cada día. Leo las Bienaventuranzas
y pienso cómo debe ser mi vida cristiana, y luego hago el examen de conciencia
con este capítulo 25 de Mateo. Cada día: he hecho esto, he hecho esto, he hecho
esto... Nos hará bien. Son cosas sencillas pero concretas.
Queridos amigos, la nueva alianza
consiste precisamente en esto: en verse, en Cristo, envueltos por la
misericordia y la compasión de Dios. Es esto lo que llena nuestro corazón de
alegría, y es esto lo que hace de nuestra vida un testimonio hermoso y creíble
del amor de Dios por todos los hermanos que encontramos a diario. Recordad las
tareas. Capítulo quinto de Mateo y capítulo 25 de Mateo. ¡Gracias!

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