LA IGLESIA, UNIVERSAL Y MISIONERA,
NO PUEDE ENCERRARSE EN SÍ MISMA
Texto de la Catequesis
del Papa Francisco durante la Audiencia
General del miércoles 17 de Septiembre de 2014 en la Plaza de san Pedro en el
Vaticano
Queridos hermanos y hermanas,
En la profesión de fe afirmamos que creemos en una iglesia "católica" y "apostólica". Pero, ¿cuál es efectivamente el significado de estas dos notas características de la Iglesia? ¿Y qué valor tienen para la comunidad cristiana y para cada uno de nosotros?
Católica significa universal. Una definición completa y clara nos la ofreció uno de los Padres de la Iglesia, san Cirilo de Jerusalén, cuando afirma: 'La Iglesia sin duda es llamada católica, es decir universal, por el hecho de que es difundida por todos lados, desde una parte hasta la otra de los confines de la tierra; y porque universalmente y sin deserción enseña todas las verdades que deben llegar al conocimiento de los hombres, ya sea sobre las cosas celestes, que de las terrestres".
Un signo evidente de esa
catolicidad de la Iglesia es que habla todas las lenguas. este hecho no es más
que el efecto de Pentecostés: Fue efectivamente el Espíritu Santo, el que dio a
los apóstoles y a toda la Iglesia la capacidad de llevar a todos, hasta los
confines de la tierra, la hermosa noticia de la salvación y del amor de Dios.
La Iglesia nace católica, es decir ''sinfónica' desde el principio y no puede
por menos que ser católica, es decir proyectada a la evangelización y al
encuentro con todos'.
La Palabra de Dios hoy se lee en todas las lenguas, todos tienen el Evangelio en su propio idioma, para leerlo y vuelvo a lo mismo. Siempre es bueno llevar con nosotros un Evangelio pequeño para llevarlo en el bolsillo, y durante el día leer uno o dos pasajes. Esto nos hace bien, el Evangelio está difundido en todos los idiomas porque la Iglesia, el anuncio de Cristo Redentor, es en todo el mundo. Y por eso se dice que la Iglesia es católica, porque es universal.
La Palabra de Dios hoy se lee en todas las lenguas, todos tienen el Evangelio en su propio idioma, para leerlo y vuelvo a lo mismo. Siempre es bueno llevar con nosotros un Evangelio pequeño para llevarlo en el bolsillo, y durante el día leer uno o dos pasajes. Esto nos hace bien, el Evangelio está difundido en todos los idiomas porque la Iglesia, el anuncio de Cristo Redentor, es en todo el mundo. Y por eso se dice que la Iglesia es católica, porque es universal.
La
Iglesia nace católica, esto quiere decir que nace “en salida”, misionera. Si
los apóstoles se hubieran quedado en el Cenáculo sin salir a llevar el
Evangelio, la Iglesia habría sido solamente la Iglesia de aquel pueblo, de
aquella ciudad, de aquel cenáculo. Pero todos salieron por el mundo, desde el
momento del nacimiento de la Iglesia, desde el momento en que descendió el
Espíritu Santo. Y por eso la Iglesia nació en salida, es
decir, misionera.
Es lo
que expresamos llamándola “apostólica”, porque el apóstol es el que lleva la
buena noticia de la resurrección de Jesús. Este término nos recuerda que
la Iglesia tiene su fundamento en los apóstoles y en continuidad con ellos. Fueron
los apóstoles quienes salieron y fundaron nuevas iglesias, consagraron nuevos
obispos y así por todo el mundo, en continuidad.
Hoy, todos nosotros estamos en continuidad con aquel grupo de apóstoles
que recibió el Espíritu Santo y después ''salió' a predicar. La Iglesia es enviada a llevar a todos los hombres el anuncio del
Evangelio, acompañándolo con los signos de la ternura y del poder de Dios.
Y
esto también deriva del acontecimiento de Pentecostés: El
Espíritu Santo, en efecto, supera cualquier resistencia, vence la tentación de
encerrarse en sí mismos, entre pocos elegidos, y de considerarse los únicos
destinatarios de la bendición de Dios. Si un grupo de
cristianos hace esto y dice: ''Nosotros somos los elegidos, nosotros
solamente'', al final mueren. Mueren primero en el alma y después morirán en el
cuerpo porque no tiene vida, no son capaces de generar vida, otra gente, otros
pueblos, no son apóstoles.
El
Espíritu Santo es precisamente quien nos lleva al encuentro de los hermanos,
incluso a los más distantes, en todos los sentidos, para que puedan compartir
con nosotros el amor, la paz, la alegría que el Resucitado nos dejó como regalo.
¿Qué implica, para nuestras
comunidades y para cada uno de nosotros, formar parte de una Iglesia que es
católica y apostólica? En primer lugar, significa preocuparse por la salvación de toda la humanidad, no sentirse indiferentes o
extraños frente a la suerte de tantos de nuestros hermanos, sino abiertos y
solidarios con ellos. Significa, además, tener sentido de la plenitud, de lo
completo, de la armonía de la vida cristiana, rechazando siempre las posturas parciales, unilaterales, que nos encierran en nosotros mismos.
Formar parte de la Iglesia
apostólica quiere decir ser consciente de que nuestra fe está anclada en el
anuncio y el testimonio de los mismos apóstoles de Jesús. Está anclada, es una
larga cadena que viene desde allí. Y por lo tanto sentirnos siempre enviados,
mandados, en comunión con los sucesores de los apóstoles, para anunciar,
con el corazón lleno de alegría, a Cristo y su amor a toda la humanidad.
Y aquí quisiera recordar la vida
heroica de tantos, tantos misioneros y misioneras que han dejado su patria para
ir a anunciar el Evangelio en otros países, en otros continentes. Me decía un
cardenal brasileño que trabaja bastante en Amazonia que, cuando él va a un
lugar, en un pueblo de Amazonia, en una ciudad, va siempre al cementerio y allí
ve las tumbas de estos misioneros, sacerdotes, hermanos, religiosas que han ido
a predicar el Evangelio, apóstoles. Y él piensa: todos estos pueden ser
canonizados ahora, porque dejaron todo para anunciar a Jesucristo. Damos
gracias al Señor porque nuestra Iglesia tiene muchos misioneros, ha tenido
muchos misioneros y
seguirá teniendo necesidad de ellos y ellas. Damos las gracias al Señor por
esto. Quizá entre tantos jóvenes, chicos y chicas que están aquí, alguno quiere
hacerse misionero: ¡adelante! Esto es lindo, llevar el Evangelio de Jesús. ¡Que
sea valiente!
Pidamos ahora al Señor que renueve en
nosotros el don de su Espíritu, para que cada comunidad cristiana y cada bautizado sea expresión de la santa madre
Iglesia católica y apostólica.

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