CAPACES DE MISERICORDIA
Palabra dominical de Mons. Faustino
Armendáriz Jiménez, Obispo de Querétaro, con ocasión de la Solemnidad de
Jesucristo, Rey del Universo.
Hemos llegado al final del año
litúrgico el cual es coronado con la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo.
La palabra de Dios nos describe a Jesús rey y juez, que, como el pastor que
separa a las ovejas de los cabritos, en su venida al final de los tiempos
juzgará a todos según el amor que cada una ha dado o compartido a través de sus
obras, especialmente a los más vulnerables y a los más pequeños.
La narración se describe con un
lenguaje apocalíptico con variadas imágenes, y muestra al juez rodeado de
ángeles, se sienta en el trono de gloria y todas las naciones comparecen ante
él. Como lo señalamos anteriormente, la tarea del juez es la de separar a unos
de otros como pastor que separa las ovejas de los cabritos y donde se le
denomina Hijo del hombre y rey; este es Jesús en el relato y todo sugiere la
representación del juicio universal.
El juicio universal es, en el relato,
un acto de discernimiento cuyo criterio es el comportamiento que se haya tenido
durante la espera de la venida del Señor. El termómetro para medir ese
comportamiento es el mandamiento del amor y que se concreta en la actitud y
desempeño ante los más necesitados: hambrientos, encarcelados, emigrantes,
etc. Ya no son dos los mandamientos, sino uno solo, porque el amor al
prójimo es el amor a Dios mismo.
Este texto tiene una novedosa visión
de Jesús como rey, una indicación clara acerca de quienes eran los más
importantes en su Reino y, por lo tanto una invitación urgente al compromiso
para quienes quieren formar parte de él. Son los discípulos de Jesús, y hoy
nosotros los destinatarios directos de esta instrucción comprometedora y que se
tiene que acoger con valentía, porque hacen eco las palabras de Jesús “yo no he
venido a ser servido sino a servir”.
Concluyo señalando que la narración
del juicio final nos dice que la suerte de toda persona se decide en virtud de
su capacidad de reaccionar con misericordia ante los que sufren.
Para poder tener misericordia es
importante escuchar lo que nos dice el Papa Francisco, cuando nos pide dejarnos
“envolver por la misericordia de Dios; confiemos en su paciencia que siempre
nos concede tiempo; tengamos el valor de volver a casa, de habitar en las heridas
de su amor dejando que él nos ame, de encontrar su misericordia en los
sacramentos”; por ello indica que así “sentiremos su ternura, tan bella,
sentiremos su abrazo y seremos también nosotros más capaces de misericordia, de
paciencia, de amor y de perdón”.
Al mirar a Jesús en nuestros hermanos
que nos sigue diciendo “tengo sed”, sintámonos invitados a salir de nuestros
letargos mirando el futuro, en el horizonte del juicio, y viviendo el presente,
comprometidos con los hermanos más pequeños de Jesús.
Sigamos orando por la paz en Guerrero
y en todo México: “Señor, protege a las familias, a nuestros niños,
adolescentes y jóvenes, a nuestros pueblos y comunidades”.
¡Que en Cristo
nuestra paz, México tenga vida digna!

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