8 de Abril de 2015
Artículo escrito por Mons.
Felipe Arizmendi Esquivel, Obispo de san Cristóbal de las Casas, Chiapas.
VER
En muchas partes se oyen lamentos, quejas, insultos, descalificaciones y
críticas contra todo y contra todos. Pareciera que nada está bien, que todas
las reformas aprobadas por el Congreso son un grave daño para el país, que
tenemos un Estado fallido, que todo es corrupción, que no se puede esperar nada
de los gobiernos actuales, etc. Se siembra pesimismo, derrotismo y
desconfianza. Dicen que no avanzamos, que estamos cada vez peor, al borde de un
abismo social, económico y político. En este largo y pesado tiempo de
precampañas políticas, los partidos elaboran sus mejores artificios
publicitarios para reprobar el presente y presentarse como los redentores del
pueblo, los únicos justos, los que saben hacer bien las cosas.
Es verdad que el sistema en que estamos metidos es inequitativo y genera
exclusión, pero decir que todo está mal, me parece una exageración no realista.
Llevo 24 años en Chiapas, y aunque es innegable e inocultable la marginación,
doy testimonio de que ha habido muchas mejoras en muchos aspectos
sociales.
También contra la Iglesia llueven descalificaciones. Algunos de la
tradición y la costumbre se quejan porque las cosas ya no son como en tiempos
pasados; la Semana Santa ya no se respeta como antes; en las predicaciones se
habla de situaciones actuales, siendo que antes sólo se hablaba del cielo y de
la otra vida. Otros, por lo contrario, quisieran que los ministros de culto
encabezáramos la rebelión social y desprecian la oración, la confesión, los
sacramentos y las celebraciones, como si fueran una pérdida de tiempo y una
enajenación, como si con ellas apuntaláramos el sistema corrupto en que
vivimos. No faltan quienes se escudan en los reales pecados de los ministros,
para no acercarse a Dios ni a su Iglesia, y se quedan con su amargura y su
resentimiento.
Las fiestas de la Resurrección de Cristo, sin embargo, nos alientan en
la esperanza. No todo está mal, ni todo está perdido.
PENSAR
El Papa Francisco dijo en estas fiestas pascuales: “Jesús, con
su sacrificio, ha transformado la más grande iniquidad en el amor más grande. A
lo largo de los siglos hay hombres y mujeres que con el testimonio de su
existencia reflejan un rayo de este amor perfecto, pleno, sin contaminar.
A veces la oscuridad de la noche parece penetrar en el alma; a
veces pensamos: ‘ya no hay nada que hacer’, y el corazón no encuentra la fuerza
para amar. Pero precisamente en esa oscuridad Cristo enciende el fuego del amor
de Dios: un resplandor rompe la oscuridad y anuncia un nuevo inicio. Algo
comienza en la oscuridad más profunda. Pero precisamente en esa oscuridad es
Cristo quien vence y quien enciende el fuego del amor. ¡Este es el gran
misterio de la Pascua! Cristo ha vencido y nosotros con Él. Como cristianos
somos llamados a ser centinelas de la mañana, que saben ver los signos del
Resucitado, como han hecho las mujeres y los discípulos que acudieron al
sepulcro al alba del primer día de la semana” (1-IV-2015).
ACTUAR
Hemos de ser nobles de mente y de corazón para reconocer que hay muchas
cosas buenas entre nosotros: Hay muchos padres de familia que son responsables
y cumplen sus obligaciones. Hay jóvenes nobles, estudiosos, trabajadores y
solidarios con los pobres. Hay políticos sinceros, que en verdad buscan y
procuran el bien del pueblo. Hay maestros que se entregan a su labor educativa,
empresarios que tienen conciencia social, comunicadores a quienes interesa la
justicia y la verdad, líderes que sirven a sus agremiados, ciudadanos que se
preocupan por el bien común. No todo está perdido ni podrido.
La gran mayoría de sacerdotes, religiosas, diáconos, seminaristas,
catequistas y apóstoles seglares, aman de corazón a los pobres, luchan por los
derechos de los débiles, promueven la dignidad de las mujeres, alientan la
participación plena de los indígenas, son fieles servidores de la
comunidad.
México no depende sólo de los gobiernos, sino ante todo de nosotros
mismos. No seamos plañideras permanentes, ni quejumbrosos sistemáticos, sino
hagamos cada quien lo que nos corresponde, y habrá resurrección, vida digna
para todos.
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